Camino
hacia el origen: Relatos de un viajero.
I
El
Caso de la Tienda de Antigüedades.
Solo
vi como en el inmenso cristal de la tienda de antigüedades se tejía una red,
producto del impacto del cráneo de la señora Esther contra este, que terminó
con un estallido en dirección opuesta al contacto, liberándose decenas de
fragmentos enrojecidos que llegaron hasta el centro de la avenida. La multitud
sorprendida atisbaba cuidadosa hacia el interior de la tienda, pero era
imposible divisar al “agresor” a través de tantos chécheres viejos y acabados.
El cuerpo de la anciana yacía tendido entre la tienda y la acera, nadie se
atrevía a acercarse. A los pocos minutos, llegó la policía. Buscaron al
interior de la tienda al causante y la causa del tal evento. No encontraron nada,
ni rastros de que alguien hubo estado allí.
El
caso causó gran impacto en la ciudad, no se tenían sospechosos, tampoco se
tenía idea de lo ocurrido minutos antes
de la muerte. Al parecer las cosas quedarían en tinieblas; los hechos no eran
claros. Pasaron varios días y me contacté con Costance, la nieta de Esther, a
quien tuve que persuadir para que me dejara entrar a la tienda. Lo logré, con
la condición que ella me acompañaría. Al día siguiente, bien temprano, fuimos a
ese lugar. Era bastante incomodo andar en el por la inmensa cantidad de antigüedades
que allí habían. Comenzamos a rebuscar todo, pero no había escritos ni nada que
nos pudiera ayudar a descifrar el caso. Después de dos horas de búsqueda
exhaustiva, me posé sobre lo que parecía ser un sofá como del siglo XVIII, y el
titilar de algo que se encontraba debajo de una mesa de boticario, finamente
tallada en una madera parecida al cedro rojo, llamó mi atención. Me incliné un
poco hasta llegar a ella y la tomé, al hacerlo, fue como agarrar un pedazo de
hielo seco, mi piel se erizó y la sangre pareció congelarse entre mis venas. El
objeto era un Orbe ovoide con un líquido blancuzco en su interior, que en
ocasiones parecía cambiar a formas multicolores simulando la emisión de una luz
tenue. La observé por unos instantes y mi mente quedó emblanquecida, fue como
si hubiesen borrado todo a mí alrededor y me hubiese perdido en un mar de vacio
profundo, al recobrar la conciencia me encontraba en mi casa sin la mínima
intención de llagar al fondo de lo ocurrido con la señora Esther.
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