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sábado, 7 de julio de 2012

Texto de Libardo Caraballo

 

Camino hacia el origen: Relatos de un viajero.

I

El Caso de la Tienda de Antigüedades.

Solo vi como en el inmenso cristal de la tienda de antigüedades se tejía una red, producto del impacto del cráneo de la señora Esther contra este, que terminó con un estallido en dirección opuesta al contacto, liberándose decenas de fragmentos enrojecidos que llegaron hasta el centro de la avenida. La multitud sorprendida atisbaba cuidadosa hacia el interior de la tienda, pero era imposible divisar al “agresor” a través de tantos chécheres viejos y acabados. El cuerpo de la anciana yacía tendido entre la tienda y la acera, nadie se atrevía a acercarse. A los pocos minutos, llegó la policía. Buscaron al interior de la tienda al causante y la causa del tal evento. No encontraron nada, ni rastros de que alguien hubo estado allí.  

El caso causó gran impacto en la ciudad, no se tenían sospechosos, tampoco se tenía  idea de lo ocurrido minutos antes de la muerte. Al parecer las cosas quedarían en tinieblas; los hechos no eran claros. Pasaron varios días y me contacté con Costance, la nieta de Esther, a quien tuve que persuadir para que me dejara entrar a la tienda. Lo logré, con la condición que ella me acompañaría. Al día siguiente, bien temprano, fuimos a ese lugar. Era bastante incomodo andar en el por la inmensa cantidad de antigüedades que allí habían. Comenzamos a rebuscar todo, pero no había escritos ni nada que nos pudiera ayudar a descifrar el caso. Después de dos horas de búsqueda exhaustiva, me posé sobre lo que parecía ser un sofá como del siglo XVIII, y el titilar de algo que se encontraba debajo de una mesa de boticario, finamente tallada en una madera parecida al cedro rojo, llamó mi atención. Me incliné un poco hasta llegar a ella y la tomé, al hacerlo, fue como agarrar un pedazo de hielo seco, mi piel se erizó y la sangre pareció congelarse entre mis venas. El objeto era un Orbe ovoide con un líquido blancuzco en su interior, que en ocasiones parecía cambiar a formas multicolores simulando la emisión de una luz tenue. La observé por unos instantes y mi mente quedó emblanquecida, fue como si hubiesen borrado todo a mí alrededor y me hubiese perdido en un mar de vacio profundo, al recobrar la conciencia me encontraba en mi casa sin la mínima intención de llagar al fondo de lo ocurrido con la señora Esther. 


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