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viernes, 20 de julio de 2012

Texto de Gloria Alvarez Arrieta

Canción angelical

 

La madrugada del miércoles  Mariana   no despierta   precisamente por el   llanto de su criatura, sino por un  sonido agudo estridente que venía del jardín exterior; algo así como el chirriar  de dos metales al friccionarlos.   Se sentó en la cama, seco las gotas de sudor que corrían por sus mejillas y pecho.  Se incorporó despacio y camino hacia la ventana de su alcoba que daba hacia el jardín. Miró a través del denso vidrio un  pequeño remolino que recorría de norte a sur la entrada de su casa; sintió que al igual que las hojas giraban, su mente y alma también lo hacían.  Escuchó suavemente una canción angelical y al fondo del celestial coro, una voz fúnebre que decía: “¡Mariaanaaa ven!, Mariana ven!”  Un silencio seco la mantuvo en éxtasis por unos minutos.  A lo lejos percibe el llanto desesperado de un bebé que la despierta del encantamiento. Recordó que era su crío; caminó rápidamente   hacia  la cama y lo abrazo  llevándolo a su pecho. Una sensación extraña la mantuvo en vilo  el resto de la mañana, hasta que logra conciliar sueño.

Muy temprano un tibio beso  la despierta.

 –Hola reina y…  ¿Cómo dormiste? - Pregunta Víctor,  su esposo. La abraza y  acaricia la cabeza.     

-Nada bien, el bebé despertó y un ruido agudo me desveló por completo -Lo mira  y abraza apretándolo  por un rato. Víctor la besa en la frente y se despide.  Mariana se incorpora  dirigiéndose a la cocina en busca de Josefa, su auxiliar de servicios. 

- ¿Todo bien señora?  –Examinándola  de pies a  cabeza. Mariana respira profundo y le dice:¡ Igual que todas estas noches  no dejo de escuchar esa voz  en las madrugadas!  –Se lleva las manos a la cabeza y se hala de los cabellos.

– ¡Por Dios señora Mariana! Cálmese… lo que está es nerviosa, venga y tómese una infusión de amapola que le  hice.  –Contestó Josefa agarrándola del brazo.  Mariana, secas sus lágrimas y bebe un sorbo de  la tibia aromática, se levanta de la mesa. Josefa se acerca a su oído y  susurra  -Señora Mariana, creo  que sé lo que le está sucediendo…  - fija sus ojos en ella  y con voz misteriosa afirma -Según dice mi taita que cuando vienen a buscarlo canticos celestiales, hay que hacerse un baño de hierbas con un consagrado en  esos asuntos espirituales; dejar que lo revisen,  le hagan oraciones y todo, toditito eso,… se va. –Mariana la mira indiferente.  Se suelta y se dirige al cuarto. Se acerca a la cuna, agarra al bebé, se sienta en la mecedora, saca su seno y lo frota en los labios del tierno. Él de inmediato lo aprieta. Mientras conciliaba el sueño, escucha una voz lejana. -¡Marianaaaa! ¡Mariana, allá voy!

 – ¡Ah! ¿Qué es eso, qué es?  ¡Es la voz del infierno! -Expresó  con zozobra.   

 -¡Mariaaanaaa  allá voy!-. –El sonido cada vez es más fuerte-.

 –Mariana allá voyyyy!

 -¡van a estallar mis oídos, van a estallar mis oídos!-su  respiración se acelera y su cuerpo se sacude.  -¡Déjame, déjame!  -Agarra al frágil bebé  y  cual animal salvaje  lo sacude  de un lado a otro, tirándolo en la cuna. Apretando sus dientes le dice: ¡Muérete, muuéretee, muuueereeteeee!  -Sale corriendo calle abajo,   con la mirada desorientada.

 – ¡Señora Mariana, señoraa! ¿A dónde va? –Grita Josefa en un intento para detenerla.

  – ¡Venga, venga niña!  –Se detuvo al  instante y miró a Josefa. Ella observa en su  rostro una palidez tenebrosa,  en sus ojos un abismo infernal…

 

Ahora Mariana angustiada en la sala de urgencias pregunta -¿Qué está sucediendo doctor? ¡Ah, doctor, dígame ¡  -Mirándolo fijamente  y con  voz firme.  -Víctor se acerca a ella la abraza con ternura. -¿Qué me esta sucediendo amor, estoy loca?  –El médico se acerca y explica  -No, no es nada, es solo una crisis de postparto.

 

 

Gloria Alvarez

  

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