Canción angelical
La madrugada del miércoles Mariana no
despierta precisamente por el llanto de su
criatura, sino por un sonido agudo estridente que venía del jardín
exterior; algo así como el chirriar de dos metales al
friccionarlos. Se sentó en la cama, seco las gotas de sudor
que corrían por sus mejillas y pecho. Se
incorporó despacio y camino hacia la ventana de su alcoba que daba hacia
el jardín. Miró a través del denso vidrio un pequeño remolino que
recorría de norte a sur la entrada de su casa; sintió que al igual que las
hojas giraban, su mente y alma también lo hacían. Escuchó suavemente una canción angelical y al
fondo del celestial coro, una voz fúnebre que decía: “¡Mariaanaaa ven!, Mariana
ven!” Un silencio seco la mantuvo en éxtasis por unos
minutos. A lo lejos percibe el llanto desesperado de un bebé que la
despierta del encantamiento. Recordó que era su crío; caminó
rápidamente hacia la cama y lo
abrazo llevándolo a su pecho. Una sensación extraña la mantuvo en
vilo el resto de la mañana, hasta que logra conciliar sueño.
Muy temprano un tibio beso la despierta.
–Hola reina y… ¿Cómo dormiste? - Pregunta Víctor, su
esposo. La abraza y acaricia la
cabeza.
-Nada bien, el bebé despertó y un ruido agudo me desveló por completo -Lo
mira y abraza apretándolo por un rato. Víctor la
besa en la frente y se despide. Mariana se incorpora dirigiéndose
a la cocina en busca de Josefa, su auxiliar de servicios.
- ¿Todo bien señora? –Examinándola de pies a cabeza. Mariana respira profundo y le dice:¡
Igual que todas estas noches no dejo de
escuchar esa voz en las madrugadas! –Se
lleva las manos a la cabeza y se hala de los cabellos.
– ¡Por Dios señora Mariana! Cálmese… lo que está es nerviosa, venga y
tómese una infusión de amapola que le hice. –Contestó Josefa agarrándola del
brazo. Mariana, secas sus lágrimas y bebe un sorbo de la
tibia aromática, se levanta de la mesa. Josefa se acerca a su oído y
susurra -Señora Mariana, creo que sé lo que le está
sucediendo… - fija sus ojos en ella y con voz misteriosa afirma -Según dice mi
taita que cuando vienen a buscarlo canticos celestiales, hay que hacerse un
baño de hierbas con un consagrado en esos asuntos espirituales;
dejar que lo revisen, le hagan oraciones y todo, toditito eso,… se
va. –Mariana la mira indiferente. Se
suelta y se dirige al cuarto. Se acerca a la cuna, agarra al bebé, se sienta en
la mecedora, saca su seno y lo frota en los labios del tierno. Él de inmediato
lo aprieta. Mientras conciliaba el sueño, escucha una voz lejana. -¡Marianaaaa!
¡Mariana, allá voy!
– ¡Ah! ¿Qué es eso, qué es? ¡Es la voz del infierno!
-Expresó con zozobra.
-¡Mariaaanaaa allá voy!-. –El sonido cada vez es más
fuerte-.
–Mariana allá voyyyy!
-¡van a estallar mis oídos, van a estallar mis oídos!-su respiración se acelera y su cuerpo se sacude.
-¡Déjame, déjame! -Agarra al
frágil bebé y cual animal salvaje lo sacude
de un lado a otro, tirándolo en la cuna. Apretando sus dientes le dice:
¡Muérete, muuéretee, muuueereeteeee!
-Sale corriendo calle abajo, con la mirada desorientada.
– ¡Señora Mariana, señoraa! ¿A dónde va? –Grita Josefa en un
intento para detenerla.
– ¡Venga, venga niña! –Se detuvo
al instante y miró a Josefa. Ella observa en su rostro
una palidez tenebrosa, en sus ojos un
abismo infernal…
Ahora Mariana angustiada en la sala de urgencias pregunta -¿Qué está
sucediendo doctor? ¡Ah, doctor, dígame ¡ -Mirándolo fijamente y con voz firme. -Víctor se acerca a ella
la abraza con ternura. -¿Qué me esta sucediendo amor, estoy loca? –El médico se acerca y explica -No, no es nada, es solo una crisis de
postparto.
Gloria Alvarez
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