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domingo, 17 de julio de 2011

Textos de Eder Navarro Márquez

 

TSUNAMI

 

El viaje estaba planeado, me iría con mi novio a pasar unos días de vacaciones a Fukushima, era 11 de marzo estábamos esperando el tren en la estación de Tomioka. El que venía hacia escalas y le dije a mi pareja que tomáramos el siguiente, las maletas estaban un poco pesadas y había perdido el equilibrio a causa de un problema cerebral, dejamos pasar el tren. Nos quedamos solos en la estación. El frío aturdía nuestros movimientos. De repente todo empezó a temblar. La puerta de cristal que tenia a mi espalda estalló, un vidrio me rozo el cuello. Las líneas del tren parecían olas. Trastabillando logramos subir unas escaleras y pasar un puente metálico que se columpiaba. Un olor a gas nos envolvió. Por un altavoz nos comunicaron que se acercaba un tsunami con olas de un metro. Puse los ojos en el mar, ese mar que es mi pasión. Que me arrulla en verano hasta el punto de no querer salir de él. Cuando lo vi me di cuenta que era más que eso. Era otra cosa. Eso no era agua: era una masa negra, un monstruo gigante.

-corramos, le dije a mi novio.

Sin perder un segundo abordamos un taxi que nos llevo a un hotel.

-¿Cuánto le debo? le pregunte al conductor.

-No me debe nada, yo le debo la vida, por usted salí de allá me contesto.

Desde arriba en el hotel, las calles se veían abrirse como rayos. La gente corría. Las casas se desplomaban. Empezó a llover, a caer nieve, todo se oscureció. Temblaba y temblaba. Sentimos el fin del mundo. El tren que habíamos dejado pasar fue encontrado un día después hecho pedazos y sin nadie adentro. Todo quedo transformado en escombreras con cadáveres. 


VENDEDOR DE ILUSIONES
     

      Desde las primeras horas matinales comienza mi travesía. Recorro la ciudad de sur a norte, trabajo con la ilusión de los demás: Soy vendedor de ilusiones.

       Si quiere ganar plata sin trabajar, el chance y la lotería debe comprar; llevo el uno, llevo el cinco, el siete es la flecha; el último que me queda, no desprecie la suerte, quédese con el premio. Así reza mi pregón. Les vendo a Vicente y a toda la gente, no hay familia decente, ni de mala reputación, ni pobre ni rico, que no compre un pedazo de ilusión.

      Algunos me dicen Manaure, bulto de sal y otros más optimistas me dicen el vende premios. Una que otra vez vendo los premios, algunos me dan una buena propina, otros ni m... Pero soy conforme, con esto he levantado a mis hijos, con esto les llevo la papa... Sigo vendiendo ilusiones.  

 

MATAR EL TIEMPO

     Salió temprano diciendo que iba a matar el tiempo, pero el tiempo amaneció como loco y enfurecido fue el quien lo mato.

     Llamado a juicio el tiempo se justifico.

  Lo hice en defensa propia, tengo testigo de que el salió a matar el tiempo.

El tiempo fue absuelto.

 

 

 


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